LA IGLESIA ABACIAL SANTA FE

Por su vocación de acoger peregrinos y por el culto de las reliquias de Santa Fe, está calificada como iglesia de peregrinaje. Es considerada como una obra maestra del arte románico de Francia meridional y está clasificada entre los Monumentos históricos desde el año 1840.

También está inscripta, desde el año 1998, como Patrimonio Mundial de la Humanidad por la UNESCO en la parte relacionada con los de Santiago de Compostela en Francia.

 

ETAPAS DE SU CONSTRUCCIÓN

El abadiado de Odolric

La gran expansión de Conques del siglo XI debería permitir al abad Odolric (1031-1065) comenzar, en el sitio de la basílica del siglo X, la construcción de la abacial románica actual. Las primeras campañas de trabajos se terminan con la edificación de las partes bajas de la cabecera, el ábside y los absidiolos principalmente, donde los muros de caracterizan por el empleo de un gres de color rojizo, extraído de las canteras de Combret, del valle del Dourdou.

El abadiado de Etienne II

Ese material, juzgado posiblemente demasiado friable, fue desechado por Etienne II (1065-1087) el cual asegura la continuación de los trabajos en la parte oeste. Comienza a desarrollarse entonces el «rousset», un precioso calcáreo amarillo vivo proveniente de la meseta de Lunel. Su cálida tonalidad se armonizaba perfectamente con el esquisto gris local que, en albañilería, aseguraba el relleno completo donde se impone la presencia de piedras.

El abadiado de Begon III

Como responsable del monasterio durante veinte años (1087-1107), el gran obispo Begon III despliega una intensa actividad de construcción, aumentando la altura de todas las tribunas en la iglesia y edificando también el claustro.

El abadiado de Boniface

Ningún documento permite precisar el rol exacto desempeñado por el abad Boniface, su sucesor, en el primer tercio del siglo XII. Pero podría atribuírsele el abovedado de la abacial y la construcción de la fachada occidental.

 

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LAS VICISITUDES DE LA ABACIAL A TRAVÉS DE LA HISTORIA

La cúpula románica original de la torre, situada en lo alto al nivel del cruzamiento del transepto, se cayó debido a deficiencias constructivas en una época indeterminada. Los trabajos de consolidación realizados hace una treintena de años por los arquitectos de los Monumentos históricos han permitido un mejor conocimiento de esta parte del edificio, de sus vicisitudes y de sus transformaciones.

También la fragilidad de los ángulos, destinados a asegurar el paso del cuadrado al octógono, sería también responsable del desastre. La cúpula fue rehecha durante las últimas décadas del siglo XV, utilizándose para el abovedado las técnicas de la arquitectura gótica.

Un siglo después, en 1568 exactamente, la abacial estuvo a punto de derrumbarse a causa de un incendio provocado por los protestantes. Las grandes columnas del coro se derrumbaron por el efecto de las llamas, hubo que cubrirlas con hierro y fundirlas en un macizo de albañilería. Las torres de la fachada fueron arrasadas, así como también el campanario central. Este último se elevó de un nivel y se remontó con una flecha sólida, que dio lugar a su aspecto actual.

 

LA PROTECCIÓN POR PROSPER MÉRIMÉE

Es la intervención de Prosper Mérimée, inspector de Monumentos históricos la que permite iniciar a partir de 1837, la restauración de la abacial, que había quedado abandonada un día después de la Revolución.

El largo informe que él envía al ministro le permite obtener la clasificación del edificio, acompañado de la primera subvención. La restauración fue confiada a Etienne Boissonade, el arquitecto del departamento, que inicia los trabajos más urgentes. En 1874, el ministerio de Bellas Artes pide al arquitecto Jean-Camille Formigé un proyecto completo de renovación. El trabajo realizado es grande: reconstitución de la columna central, reconstrucción de las bóvedas, etc.

A partir del año 1881 comienza la sobrelevación de dos torres de la fachada, seguido de la instalación de las pesadas pirámides de piedra que la compone actualmente.

EL PLANO Y LA ESTRUCTURA

La entrada y la circulación de la multitud fueron las que determinaron la estructura de la abacial. Los pasillos que enmarcan la nave, dirigían a los peregrinos en dirección del deambulatorio donde en semicírculo rodea al coro, lugar de exposición de la Majestad de Santa Fe y de varios relicarios.

La nave y los dos brazos del transepto, de grandes dimensiones, son capaces de acoger cientos de fieles y les permiten a todos observar al abad en el altar, situado en la intersección de los dos ejes perpendiculares bajo la cúpula. En el caso de una afluencia excepcional, se podía utilizar las vastas tribunas con arcadas geminadas.

Al este, las siete capillas abiertas hacia el deambulatorio y hacia el transepto multiplicaban la cantidad de altares secundarios y autorizaban la celebración simultánea de las ceremonias religiosas por los abades.

Una iglesia de peregrinaje

Su plano cruciforme con capillas secundarias se encuentra en sus grandes líneas, las de las iglesias llamadas «de peregrinaje» como Sain-Sernin de Tolosa o Santiago de Compostela. En el seno de ese grupo, Santa Fe, no obstante, conserva su originalidad. Se puede apreciar, en efecto, que sus caracteres específicos son, para una gran parte, el resultado de las condiciones naturales, las cuales los constructores deben respetar imperativamente.

Las restricciones del terreno

Si el emplazamiento escogido inicialmente por Dadon era conveniente para la ermita, luego se convierte en el sitio ideal para la construcción de una abadía y de una iglesia importante. Fue necesario construir enormes muros de contención al norte, para impedir los movimientos de tierra y en el centro para mantener la tierra en el claustro actual. Por esto, visto desde la plaza Chirac, la abacial parecía como si estuviera hundida en el fondo de una fosa, mientras que de la parte opuesta domina, con su masa imponente, el claustro como tal, instalado por encima del valle. La superficie disponible para las construcciones era muy reducida.

Estos diversos imperativos a causa de la topografía del sitio de Conques explican el plano extremadamente atípico, el ábside de poca profundidad con tres capillas en vez de las cinco habituales, la nave muy corta (20,70 m) con respecto al transepto de una amplitud inusual (35 m).

Una elevación excepcional

Para compensar la modestia de sus dimensiones en el terreno, el edificio se construye en altura. Es probablemente ahí donde radica su gran originalidad. Supongamos que Sain-Sernin de Tolosa, tiene aproximadamente el doble del largo total, y una altura bajo las bóvedas de la nave ligeramente inferior a la de Santa Fe.

Tenemos la misma percepción en el exterior, sobre la fachada alta donde la austeridad de la fortaleza resalta gracias a las rosáceas de piedras policromas. Lateralmente, nada interrumpe la verticalidad de los contrafuertes que suben sin interrupción hasta las cubiertas. Dándole la vuelta al edificio, podemos descubrir rápidamente la cabecera y la suntuosidad de su elevación piramidal. Aquí la triple elevación de los volúmenes, magníficamente dispuestos, refleja la estructura interior de la iglesia.

 

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LA ARQUITECTURA Y LA ESTRUCTURA

La nave central

Una vez que uno pasa el nártex cubierto de una bóveda baja que da la impresión de ser aplastante, el visitante percibe la esbeltez audaz del edificio, esta elevación de la nave central que acentúa aún más su estrechez[...].

Luego, analizando esta arquitectura propicia para la oración, se descubre rápidamente que ella se expresa en las formas más simples posible: el pleno centro para los arcos, verticales para los soportes, sin ningún ornamento para atenuar el rigor y la severidad con respecto a los capiteles.

El santuario y la veneración de las reliquias

En el crucero del transepto, cuatro fuertes pilares suben de manera uniforme hasta los arcos que sostienen, por encima del vacío, el tambor octogonal de la cúpula. Además, el santuario propiamente dicho está compuesto por un tramo derecho que prolonga en elevación la disposición de la nave, luego de la herradura del coro está cubierto con una bóveda alargada en forma de cascarón.

Alrededor del santuario, las magníficas rejillas románicas, hechas con hierro forjado enrollado y con una altura aproximada de tres metros con puntas de acero, aseguraban la protección de los relicarios contra todos los tipos delitos. Detrás de ellas, los peregrinos se encontraban confinados en el deambulatorio donde tenían a su disposición bancos de piedra para descansar del cansancio de las largas caminatas.

Las tribunas

Las tribunas ofrecen vistas descendentes, con un efecto impresionante. Su función es más bien arquitectural que utilitaria, ya que estas aseguran la estabilidad del conjunto monumental.

Encima de los colaterales, sus bóvedas en cuarto de círculo se unen en el mismo inicio al gran arco de la nave y de los dos lados del transepto, de cada lado, en el lugar donde los empujes son más fuertes. Ellas sirven como contrafuerte en toda su dimensión, desempeñando la misma función que los arbotantes góticos, pero de manera continua.

Este sistema coherente favorece a la vez la construcción de la nave en altura y evidentemente de sus muros laterales. En efecto, las tribunas están bien abiertas gracias a una serie de aberturas agrupadas en pares e inscriptas en un arco de descarga.

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LOS CAPITELES ROMÁNICOS CON DISEÑOS VEGETALES

Aproximadamente 250 capiteles románicos de la abacial se reparten esencialmente en el interior del edificio, en el nivel de las caídas de las grandes arcadas en la base semicircular del deambulatorio, del transepto y de la nave, en la parte superior de las tribunas, en el inicio de las bóvedas, así como también bajo los arcos fajones.

Esas imágenes de piedra, estudiadas desde el punto de vista estilístico, permiten continuar y comprender el avance de la obra, de este a oeste. Varios talleres de escultores, en efecto, han seguido o ejercido simultáneamente su arte, utilizando el gres rojo y el calcáreo amarillo como material.

Después del reino de capiteles entrelazados, que encontramos alrededor de la parte trasera, en el presbiterio en el coro y justo al deambulatorio, aparece el capitel figurado y el de tipo corintios, con grandes hojas de ángulo.

Los capiteles entrelazados

Las primeras campañas de trabajos de los abadiados Odolric y Etienne II, a finales del siglo XI, nos han entregado el más importante conjunto conocido de capiteles entrelazados con el de San-Pedro de Rodes, en Cataluña. Son una trentena, todos tallados en gres rosa, en el interior de los absidiolos del transepto y alrededor del presbiterio, así como también en el portón septentrional. Los entrelazos son un diseño original, compuesto de cintas planas, más a menudo con tres hebras que se cruzan o se anudan pasando alternativamente uno por encima del otro como un trabajo de cestería, antes de abrirse en una palmeta final.

Los capiteles de inspiración corintia

Los cuatro capiteles con entrelazos y palmetas del portón del crucero norte, por su riqueza, se clasifican entre los éxitos más bellos de la escultura ornamental de la época románica. Seguidamente, ese estilo desaparece completamente para dar paso al capitel corintio clásico, aunque aquí sea interpretado con coloretes superpuestos de hojas de acanto, ligeramente despegadas del capitel en sus extremidades. A menudo, estas hojas quedan lisas, vírgenes de cualquier escultura, como si se tratara de capiteles sin terminar.

 

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LOS CAPITELES ROMÁNICOS HISTORIADOS

En las tribunas del coro y del transepto, los capiteles con hojas desnudas reinan sobre los equinos, pero desde finales del siglo XI y durante las primeras décadas del siguiente, bajo la impulsión conjugada del taller "de Begon", del taller "auvernés" y realizaciones del "maestro du tímpano", la escultura de los capiteles va a abrirse plenamente y encontrarse en las tribunas de la nave principalmente, sus más bellos éxitos.

Escenas profanas y con una mínima medida religiosa son tratadas con un excepcional virtuosismo y el repertorio iconográfico tomado puede ser en ciertos casos los de los cuentos épicos de la época, se diversifica y se prolonga en los tallados decorados de billetes, ramas de hojas y representaciones animadas a la moda pertenecientes al bestiario fantástico.

El ciclo de San Pedro

Las primeras experiencias de representación de la figura humana en el fondo de los entrelazos realizados en el deambulatorio, preparan la llegada del capitel historiado, es decir la completa libertad de la escultura románica. En el crucero sur, el «ciclo de San Pedro » ocupa tres capiteles con el arresto, la condena y la crucifixión del príncipe de los apóstoles, con la cabeza hacia abajo.

Sobre el pilar que separa las dos vigas derechas del coro, en el centro, el sacrificio de Isaac se encuentra en el emplazamiento habitual reservado a esta prefiguración del sacrificio de Cristo en la cruz, es decir a proximidad del altar mayor.

La condena de Santa Fe

En el cuarto pilar norte de la nave, un capitel es consagrado a la condena de Santa Fe, víctima de las persecuciones del emperador Diocletien. Seis personajes se alinean alrededor del capitel, con intervalos regulares, con los pies puestos en el collarín.

En el lado derecho, un ángel con una cruz pone la mano en el hombre de Santa Fe que se encuentra delante de él, como para darle ánimos para el suplicio. Un hombre toma la santa por el brazo y parece llevarla a la fuerza para comparecer ante el pro-cónsul romano Dacien.

En el ángulo opuesto, este último se encuentra sentado en un trono y él mismo le entrega al verdugo la larga espada que servirá para la decapitación.

En el lado izquierdo del capitel, el mal genio de Dacien es el pendiente del ángel de la guarda: representado como un diablo feo con una serpiente en las dos manos. Esta escena expresiva, claramente, anuncia el tímpano del juicio final.

Los temas profanos

En Conques, el grupo más importante de capiteles nos fue legado por los escultores que trabajaron en la nave a inicios del siglo XII. Su brío y su imaginación parecían ser inagotables. Ya sean los capiteles ornamentados, los diseños con animales que aparecen en los ábacos o las figuras humanas.

Con excepción de una Anunciación, todos los capiteles historiados evocan temas profanos los cuales pudieron ser tomados de cuentos épicos, como la Canción de Roland.

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El grupo de la Anunciación 

El grupo de esculturas de la Anunciación está situado aproximadamente a ocho metros del suelo, sobre el muro el crucero norte del transepto.

El anuncio a María

En las recaídas de una arcada que requería de una decoración arquitectural, se encuentra la escena tradicional en la cual el ángel Gabriel, identificado por una inscripción grabada en su banderola, se inclina levemente con una actitud de respeto y se dirige a la Virgen María.

Ella, ocupada tejiendo lana, le entrega rápidamente su rueca a una sirvienta joven que se encuentra detrás, en el lado derecho, con una pelota de lana en la mano. María, sin embargo, no se perturba. Con la mano abierta sobre el pecho, ella expresa su consentimiento o su sumisión.

Isaías y San Juan Bautista

De una parte y de la otra de esos altos relieves, en los ángulos del crucero, están situadas las estatuas de los profetas Isaías, a la izquierda y San Juan Bautista, a la derecha.

El primero lleva en la mano izquierda, un bastón con tres ramas con hojas en la punta, evocación del árbol de Jesé; en la otra, una filacteria donde se lee la profecía de la Anunciación: «una rama saldrá del árbol de Jesé.»

Frente a frente, Bautista, vestido con una ropa de piel de camello, el brazo levantado hacia el cielo, sujetando un libro abierto con la inscripción «Juan dice: he aquí el cordero de Dios.»

 

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LOS EDIFICIOS MONÁSTICOS

De los edificios monásticos de la Edad Media, que alojaban una importante comunidad de religiosos benedictinos, en la actualidad solo tenemos pocos elementos: esencialmente el espacio de claustro y la capilla de los abades.

El claustro

El claustro fue construido a finales de siglo XI por el cura Begon III, más abajo del transepto sur de la abacial, pero la mayor parte desapareció a inicios del siglo XIX, por falta de mantenimiento. Sus materiales sirvieron de servían de cantera a los habitantes del pueblo y Prosper Mérimée llega varios años después para salvarlo.

Sólo fueron salvadas al este, dos pequeñas arcadas que daban hacia la antigua sala capitular y, del lado opuesto, las seis aberturas geminadas que comunicaban la galería occidental del claustro y el refectorio de los monjes.

Una trentena de capiteles, provenientes de las arcadas destruidas, se encuentran expuestos en la sala lapidaria en el subsuelo del museo Joseph-Fau. Sobre los equinos y los ábacos, al lado de los temas sobre animales o ángeles, un grupo de mojes constructores, guerreros, así como también acróbatas y los adiestradores de simios, nos hacen revivir la sociedad de este inicio del siglo XII.

Le gran estanque del claustro de serpentina

El gran estanque del claustro, fue restaurado a partir de los elementos de origen.

Ya sea por la calidad de la piedra utilizada – una serpentina de coloración verde oscuro – o por la belleza de su ordenanza y de su decoración con esculturas, este estanque, lamentablemente desprovista de su pilón central, representa un monumento sin equivalente conocido en todo el arte monástico.

La capilla de los abades

Abierta hacia el claustro, la capilla de los abades también llamada del Rosario, es un edificio del siglo XV, dividido en tres arcos incluyendo el del coro terminada con una cabecera plana.

El conjunto de la bóveda, con ojivas entrecruzadas tiene una decoración pintada caracterizada por la asociación de temas religiosos y profanos (a base de grotescos), ejecutada a inicios del siglo XVI, por el abad Antoine de Marcenac.

Las representaciones de la Santa Face y de la Santa Túnica, símbolos de los evangelistas inscriptos en medallones o ángeles músicos se juntan con las figuraciones de seres híbridos o perfiles de poetas de la Antigüedad latina, todo en entorno exuberante hecho con follajes, guirnaldas y otras volutas.

 

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