LA PROTECCIÓN Y LAS DONACIONES DE LOS SOBERANOS CAROLINGIANOS
Es la época en que los soberanos carolingios, por motivos tanto políticos como religiosos, favorecían y llenaban de beneficios los monasterios de su imperio. Louis el Piadoso, rey de Aquitania, así como también su padre Carlomagno visitaron, muchas veces, el monasterio, colocándolo bajo su protección y dándole el nombre de Conques. En 819, él hace alrededor de diez donaciones de tierras a su favor. Veinte años más tarde, Pipino II, rey de Aquitania, le otorga a Figeac, la «Nueva Conques» donde instalaron varios monjes. A esas donaciones, se añaden también el oro y la plata, los textiles preciosos, los entalles y camafeos antiguos que dieron origen al tesoro de Conques.
La memoria colectiva retendrá el nombre de Carlomagno, el benefactor por excelencia, que eclipsa a los demás miembros de su familia. Y él tendría naturalmente su plaza en el cortejo de los elegidos, en el Tímpano del Juicio Final de la abacial románica.
La «translación furtiva» de las rELIQUIAS de Santa Fe (aproximadamente en 866)
Curiosamente, el destino de Conques parecía haber sido sellado en la época del emperador romano Diocleciano, durante las grandes persecuciones al inicio del siglo IV. Lejos de aquí, una joven habitante de la ciudad de Agen, Foy (Fides en latín), convertida al cristianismo por Caprais, obispo de la ciudad, había en efecto rechazado sacrificar a los dioses del paganismo y endurece por ello el martirio, a la edad de doce años a penas.
El siglo IX, fue la época donde el culto de las reliquias tomaba mayor más magnitud, donde la presencia de cuerpos santos entrenada por la abadía les brindaba una gran influencia espiritual. Conques se encontraba singularmente desposeído. Es entonces que sus monjes, después de varias tentativas infructuosas, hacen su elección definitiva de las reliquias preciosas de Santa Fe de Agen, muy venerada en Aquitania. El rapto, llamado púdicamente «translación furtiva», se situaba aproximadamente en el 866.
Conques: un santuario de peregrinaje dedicado a Santa Fe (a partir del siglo X)
La llegada a Santa Fe a su nueva patria donde multiplicaba los milagros, principalmente con los prisioneros y los ciegos, atrae a innumerables peregrinos que venían de toda Francia a recibir los beneficios de la santa. Esta nueva situación equivale a una segunda fundación para la abadía de Conques donde la expansión a partir de ese momento, ha sido sin interrupción durante aproximadamente tres siglos. Gracias a la prosperidad que ella engendra, permite la eclosión en los siglos IX y X, de una primera generación de obras de arte, principalmente con la célebre estatua-relicario de Santa Fe que los fieles iban a venerar, en una iglesia con tres naves precedidas de un campanario-pórtico.