SITIO E HISTORIA

En la provincia de Rouergue, convertida en departamento Aveyron,
el pueblo de Conques está enclavado en un sitio admirable,
que escogió el eremita Dado para retirarse del mundo.

EL SITIO    

En el interior de una meseta ondulada compuesta por esquistos o granitos, los ríos Lot, Dourdou y sus afluentes han abierto una red de valles sinuosos y profundos, formando el Ségala de Conques. Aquí, los desfiladeros cruzados por el torrente de Ouche, en el momento de llegar al valle perpendicular de Dourdou, se expanden un poco y trazan una especie de círculo donde la concavidad - la «concha » - amplían la meseta en los horizontes tabulares. Formando un verdadero relieve cóncavo. Pendientes escarpadas, afloramientos de rocas y manchas sombrías de los castañeros forman un paisaje a la vez austero y grandioso.

Todos los viajeros, desde el escritor Prosper Mérimée, antiguo inspector de los Monumentos Históricos, que decía, en 1837, no estar «nada preparado para encontrar tantas riquezas en un desierto como ese», fueron impresionados, por el aspecto «salvaje» del sitio Conques. Sin embargo, este entorno natural resulta particularmente bien escogido y presenta ciertas ventajas climáticas. La abadía y el centro del pueblo se instalaron en el lado soleado y protegido de los vientos del norte, bien alto para resguardarse de la humedad y de las neblinas del fondo del valle. Fuentes abundantes le aportan el agua indispensable para la vida.

 

PROTECCIÓN Y ETIQUETAS

Los monumentos históricos que son la abacial de Santa Fe y el puente de los pelegrinos del Dourdou están inscriptos en la lista del Patrimonio Mundial de la Humanidad por la UNESCO, en la parte relacionada con los caminos de Santiago de Compostela en Francia.

Desde el año 1982, Conques fue seleccionado como uno de los pueblos más bellos de Francia.

En 2009, Conques se convirtió en Gran Sitio Mediodía-Pirineos y luego Gran Sitio Occitano en 2017.

Con su entorno natural preservado, el conjunto beneficia de una protección en relación con los sitios inscriptos. Una acción que ya se encuentra iniciada permitirá un reforzamiento de esta protección mediante la clasificación del sitio en virtud de la ley de 1930, previamente a la obtención de la etiqueta Gran Sitio de Francia.

 

LOS ORÍGENES DE LA ABADÍA (VIIIᵉ-IXᵉ S.)

Conques debe su origen a un eremita. Un hombre llamado Dadon se retiró, a finales del siglo VIII, a ese lugar salvaje, para llevar una vida contemplativa. Otros devotos se unieron a él. La comunidad crece poco a poco, una iglesia dedicada al santo Salvador fue erigida en este lugar y el monasterio adopta la regla de San Benito.

LA PROTECCIÓN Y LAS DONACIONES DE LOS SOBERANOS CAROLINGIANOS

Es la época en que los soberanos carolingios, por motivos tanto políticos como religiosos, favorecían y llenaban de beneficios los monasterios de su imperio. Louis el Piadoso, rey de Aquitania, así como también su padre Carlomagno visitaron, muchas veces, el monasterio, colocándolo bajo su protección y dándole el nombre de Conques. En 819, él hace alrededor de diez donaciones de tierras a su favor. Veinte años más tarde, Pipino II, rey de Aquitania, le otorga a Figeac, la «Nueva Conques» donde instalaron varios monjes. A esas donaciones, se añaden también el oro y la plata, los textiles preciosos, los entalles y camafeos antiguos que dieron origen al tesoro de Conques.

La memoria colectiva retendrá el nombre de Carlomagno, el benefactor por excelencia, que eclipsa a los demás miembros de su familia. Y él tendría naturalmente su plaza en el cortejo de los elegidos, en el Tímpano del Juicio Final de la abacial románica.

La «translación furtiva» de las rELIQUIAS de Santa Fe (aproximadamente en 866)

Curiosamente, el destino de Conques parecía haber sido sellado en la época del emperador romano Diocleciano, durante las grandes persecuciones al inicio del siglo IV. Lejos de aquí, una joven habitante de la ciudad de Agen, Foy (Fides en latín), convertida al cristianismo por Caprais, obispo de la ciudad, había en efecto rechazado sacrificar a los dioses del paganismo y endurece por ello el martirio, a la edad de doce años a penas.

El siglo IX, fue la época donde el culto de las reliquias tomaba mayor más magnitud, donde la presencia de cuerpos santos entrenada por la abadía les brindaba una gran influencia espiritual. Conques se encontraba singularmente desposeído. Es entonces que sus monjes, después de varias tentativas infructuosas, hacen su elección definitiva de las reliquias preciosas de Santa Fe de Agen, muy venerada en Aquitania. El rapto, llamado púdicamente «translación furtiva», se situaba aproximadamente en el 866.

Conques: un santuario de peregrinaje dedicado a Santa Fe (a partir del siglo X)

La llegada a Santa Fe a su nueva patria donde multiplicaba los milagros, principalmente con los prisioneros y los ciegos, atrae a innumerables peregrinos que venían de toda Francia a recibir los beneficios de la santa. Esta nueva situación equivale a una segunda fundación para la abadía de Conques donde la expansión a partir de ese momento, ha sido sin interrupción durante aproximadamente tres siglos. Gracias a la prosperidad que ella engendra, permite la eclosión en los siglos IX y X, de una primera generación de obras de arte, principalmente con la célebre estatua-relicario de Santa Fe que los fieles iban a venerar, en una iglesia con tres naves precedidas de un campanario-pórtico.

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UN VERDADERO IMPERIO MONÁSTICO

El culto de Santa Fe, hasta ahora limitado en Rouergue y en las provincias vecinas, se difunde todo el cristianismo, apoyada por la devoción de los peregrinos y amplificado al inicio del siglo XI por una obra literaria de importancia, el libro de los Milagros de Santa Fe, parcialmente escrito por Bernard, maestro de la escuela-catedral de Angers.

Paralelamente, el monasterio de Conques que poseía innumerables tierras y prioratos en un radio de una veintena de kilómetros y que había aglomerado una población urbana importante, no cesaba de extender sus posesiones en Rouergue en todo el Occidente cristiano, de Santa Fe de Cavagnolo en Piémont, en Horsham en Inglaterra, de Sélestat, así como también de Bamberg en el mundo germánico, hasta Cataluña y Navarra.

El cartulario de la abadía - un manuscrito del siglo XII que reúne cartas de donaciones – nos hace asistir a la constitución, durante unos de trecientos años, de un verdadero impero monástico, bastante potente para conservar su independencia frente a la influencia de Cluny, que ejercía en ese entonces sobre la mayor parte de grandes abadías benedictinas, como Saint-Géraud de Aurillac o Saint-Pierre de Moissac. Mejor aún, Conques supo rivalizar la influencia con Cluny durante la Reconquista de España septentrional sobre el impero musulmán, fundando iglesias o dando obispos a las nuevas diócesis de Aragón y de Navarra.

UNA ETAPA PRINCIPAL DEL CAMINO DE SANTIAGO DE COMPOSTELA (A PARTIR DEL SIGLO XI)

En la misma época, gracias al descubrimiento de la tumba del apóstol Santiago, Compostela comenzaba a suplantar los grandes lugares de peregrinaje del mundo cristiano. La notoriedad de los milagros de Santa Fe fue entonces suficiente para que Conques fuera escogida como pueblo de etapa en uno de los cuatro grandes caminos franceses, el que comienza en Puy-en-Velay.

Los peregrinajes, donde las donaciones y las ofrendas iban paralelamente, aportaban a la abadía de Conques la potencia y la riqueza, así como también, las condiciones de su influencia artística.

 

 

EL PUEBLO MONÁSTICO (A PARTIR DEL SIGLO XI)

El gran periodo de Conques, desde la mitad del siglo XI hasta el primer tercio del siglo XII, corresponde al de la construcción de la abacial. Con el impulso del abad Begon III (1087-1107) en particular, el monasterio Santa-Fe llega a su apogeo.

La gran obra de la abadía (siglos XI y XII)

Continuando los trabajos comenzados por sus predecesores - Odolric (antes 1031-1065) y Etienne II (1065-1087) en la nueva iglesia - Begon comienza la reconstrucción de los edificios monásticos y del claustro. Conques se transforma entonces en una inmensa obra. Él «puso en el oro numerosas reliquias», y algunas de las bellas piezas del Tesoro salían de los talleres de orfebrería y de esmaltes que obraban bajo su cargo. Al mismo tiempo, se revela la existencia de una escuela monástica, con su scriptorium y su biblioteca.

El nacimiento de una ciudad (a partir del siglo XI)

Paralelamente a la institución eclesiástica, una comunidad de habitantes se reagrupa progresivamente, reuniendo comerciantes y artesanos del arte, se libera lentamente de la autoridad religiosa. La presencia en Conques de cuatro prud'hommes, ya calificados de cónsules, se revela desde las primeras décadas del siglo XIII. Un consulado nacía, donde la influencia, en la rama económica fundamentalmente, iba creciendo.

Ya, aproximadamente en el año mil, el Libro de los milagros de Santa Fe había revelado la existencia de una «ciudad importante enclavada en la colina, por encima del monasterio».

Un centro monástico medieval próspero

Es en una ladera soleada, por encima de la abadía, que una verdadera pequeña ciudad se desarrollaba, protegida por un cinturón de murallas, con puertas fortificadas y protegidas con varias torres. Una red de callejuelas, algunas empedradas, conducían antiguamente a los lugares sagrados y a los diferentes barrios. A pesar del declive del terreno, varias fuentes abastecían de agua a los habitantes y un pabellón medieval constituía el centro de los intercambios económicos.

Por fuera de los muros de la ciudad, estaba el único suburbio, donde se concentraban las actividades artesanales (molinos y curtidurías en las orillas del Ouche y del Dourdou) así como también los locales de los merceros, de los sastres y de los zapateros.

Se ignora la cantidad de habitantes que había en el siglo XII que fue probablemente el del apogeo. Pero en 1341, Conques contaba aún con 730 hogares (un hogar familiar amplio, según los historiadores demógrafos), es decir 3000 habitantes aproximadamente y se situaba en el séptimo rango entre las ciudades de Rouergue. No se trata de un simple pueblo, sino de una aglomeración con carácter urbano, dirigida por cuatro cónsules designados, cada año, por los habitantes.

 

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UNA LIGERA DECADENCIA
(A PARTIR DEL SIGLO XVI)

No parecía que la secularización del monasterio, en 1537, había aportado un golpe sensible a la prosperidad del pueblo. Al contrario, la nueva comunidad - la de los canónigos sigue, a partir de ese momento, la regla de San Agustín -  estaba dotada de ingresos sustanciales y constituía una clientela de elección para los comerciantes y artesanos de Conques. Muchos de estos canónigos, por cierto, abandonaron el monasterio para instalarse en bellas residencias. Pero pronto llegó en tiempo de la desgracia.

Una sucesión de calamidades

El incendio provocado por los protestantes, en 1568, provoca alteraciones importantes en la abacial y en el claustro, después llegan periodos de epidemias y de hambruna. La peste de 1628 fue particularmente mortífera; los habitantes, atemorizados, iban a buscar refugio en los secaderos de castañas, en medio de los bosques. Seguidamente, una serie de malas cosechas provoca una nueva ola de mortalidad, en 1693-1694 principalmente, como lo atestigua el registro parroquial. Los canónigos debieron socorrer a los hambrientos haciendo distribuciones gratuitas de habas.

Conques se levanta muy mal de esta sucesión de calamidades. A mitad del siglo XVIII, sus habitantes eran aproximadamente mil; el día antes de la Revolución de 1789, eran seis cientos treinta solamente.

Una población hambrienta

Campesinos y viticultores constituían, en aquel entonces, con los mendigos, la mayoría de la población de Conques.

En 1771, el cura responde, en esos términos, a un cuestionario sobre el estado de la diócesis realizado por el obispo de Rodez, Mgr Champion de Cicé: «No hay más comercios por falta de caminos transitables... Los dos tercios de las familias pasan la mitad del tiempo sin pan... Hay aproximadamente ochenta inválidos, incluyendo varios niños y cien mendigos en la parroquia.»

La decadencia llega con la Revolución

Este estado se agrava, aún más, en el periodo revolucionario. El decreto de la Asamblea Constituyente que suprime las órdenes religiosas en Francia da, al pueblo, uno de los golpes más severos, porque provoca el cierre del monasterio y la dispersión de canónigos. La pérdida es irreparable, los canónigos aseguraban a sus expensas el mantenimiento de la abacial, así como también la del hospital Santa Fe, que acogía a los indigentes.

La municipalidad, nuevamente elegida, a la que le corresponden todos esos gastos, se encuentra incapaz de hacer frente, por falta de medios financieros suficientes.

En el siglo XIX se acelera la decadencia. Es entonces que Conques cae en el rango de simple pueblo.

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EL RESCATE IN EXTREMIS DE LA ABACIAL POR PROSPER MÉRIMÉE

Un evento excepcional se produce: la llegada, en 1837, del escritor Prosper Mérimée, como inspector de Monumentos históricos e informa a las autoridades gubernamentales sobre el estado de deterioro de la abacial románica. Esta ronda de inspección, efectuada durante su viaje a Auvernia, da origen al redescubrimiento, al estudio y a la protección del patrimonio medieval.

A partir de ese momento, ese gran monumento de la arquitectura occidental, clasificado como Monumento histórico, beneficiará, para su restauración, de una atención particular y de créditos públicos importantes. A esta toma de conciencia colectiva de los regímenes políticos sucesivos, se le añade el de las autoridades religiosas locales, en el primer rango la figura emblemática del cardenal Bourret, obispo de la diócesis, que favorece la llegada a Conques, en 1873, de una nueva comunidad religiosa perteneciente a la orden Premonstratense, con la responsabilidad de devolver al lugar una vida espiritual, volviendo los peregrinajes a Santa Fe.